domingo, 20 de octubre de 2013

En la oscuridad

La luz de la luna bañaba la calle por la que iba paseando. La brisa nocturna acompañaba a las débiles gotas de lluvia que poco a poco iban cayendo del cielo. Una noche perfecta, pensé. Mientras miraba el oscuro cielo, en el cual se ausentaban las otrora alegres estrellas, avanzaba lentamente por la calle.

A la vez que avanzaba, las gotas de lluvia empezaban a caer con más fuerza. De repente, volví a sentirlo. Ahí estaba de nuevo, ese sentimiento de soledad volvía a invadirme, ese vacío interior que nunca me había abandonado del todo, mi compañero fiel.

Legué a mi portal, seguía aumentando la fuerza con la que caía la lluvia. En ese momento, sentí la necesidad de seguir caminando bajo la hermosa luna que esa noche visitaba el cielo. Me guardé las llaves en mi bolsillo y me adentré de nuevo bajo la lluvia, caminé, caminé y me empapé, pero mi compañero fiel seguía en mí. Seguí caminando un largo rato hasta dar con un banco, un solitario banco. Me senté, total ya no importaba, estaba empapado hasta el alma. Debía ser bien entrada la madrugada, pensé, ya que no he visto una sola alma en la calle.

- ¿Por qué me siento vacío? -Le dije a la oscuridad que me acompañaba.

Esta vez mi compañero fiel, se hizo notar con más fuerza, es como si supiese que le había hablado. Así que seguí allí sentado y pensando en mi vacío interior. ¿Qué es exactamente este sentimiento? ¿Qué es este vacío, por qué lo siento? No estoy sólo pero me siento sólo... ¿Acaso no tengo amigos? ¿Acaso no tengo familia? Claro que tengo, no estoy sólo, ¿Entonces por qué me siento sólo?
Brrrrrrrrrrrr.
Un trueno interrumpió mi pensamiento mientras iluminaba el cielo. Debería volver, pensé, aunque total, mañana me levantaré resfriado igual. Así que continué allí sentado un largo rato más. ¿Qué más podía hacer?

Prácticamente, esta sensación me había acompañado toda mi vida. Había crecido junto a mí y mientras más pasaba el tiempo su fuerza se incrementaba y la desmotivación se apoderaba de mí. Prácticamente ya no me motivaba nada. Hago las cosas porque tengo que hacerlas, no porque me motiven. ¿En qué momento dejé de hacer cosas que me gustaban? Es más ¿alguna vez he hecho algo que me interesaba? Pasé entonces a recordar mi vida, y en ese momento me di cuenta que no recordaba algo que me motivara, no lo recuerdo. Estudié porque tenía que hacerlo, era bueno para mi futuro, decían, luego empecé a trabajar. Todo el mundo tiene que trabajar para vivir, ¿no? Todos lo hacen, entonces... ¿Por qué me siento así?

Tras un largo rato, dejó de llover. Pero yo aún no tenía ganas de moverme de mi empapado banco. Una suave brisa empezó a tocarme lentamente, haciendo que gracias a la humedad en la que me encontraba, un frío horrible me calara hasta en los huesos. En este momento, lo entendí todo.

Me levanté empapado y comencé el camino de vuelta, de nuevo bajo la hermosa luz de la luna. Qué hermosa era la luna, me quedé otro buen rato mirándola, esta vez desde el portal, hasta que finalmente el sueño me inundó. Decidí entonces irme a dormir.

Creo que por primera vez en mi vida, mientras subía las escaleras para volver al piso, mi compañero fiel perdió un poco de fuerza en mí. O quizás sólo era la locura que se apoderó completamente de mí.


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